En este posteo (acá se puede ver el anterior) continúo la
revisión histórica de la relación entre diccionarios y Academia en el contexto
hispanohablante chileno. Adelanto que estoy preparando el terreno para llamar
la atención sobre la necesidad de que la lexicografía académica chilena se
renueve, a lo cual me dedicaré en la tercera (próxima y última) parte.
Los primeros diccionarios del español de
Chile han sido bien descritos por Alfredo Matus en su propuesta de
periodización de la lexicografía chilena, publicada en 1994. Los diccionarios
de Zorobabel Rodríguez y Camilo Ortúzar reflejan muy bien lo que Matus llama el
carácter “precientífico” del primer periodo, determinado principalmente por la
actitud normativa y la autoría individual, junto con la condición
complementaria respecto del diccionario de la Real Academia Española. Recién en Voces
usadas en Chile de Aníbal Echeverría y Reyes, de 1900, asoman los
primeros indicios de una actitud un poco más descriptiva y de interés
genuinamente científico por las peculiaridades del habla local, aunque sin
dejar de concentrarse exclusivamente en lo que diferencia a Chile del modelo
castellano codificado en el diccionario de la RAE. Echeverría y Reyes no dejó
de hacer valoraciones normativas respecto del léxico chileno. El descriptivismo
incipiente de Echeverría y Reyes se explica en buena medida por la influencia intelectual
de Rodolfo Lenz, el filólogo alemán llegado a Chile
en la última década del XIX (en este artículo estudio un poco más la
relación entre Echeverría y Lenz, a través de las cartas que el primero le
envió al segundo).
Lenz y Federico
Hanssen fueron los introductores de la lingüística científica en Chile. Lenz,
quien en 1924 sería elegido miembro
honorario de la Academia Chilena de la Lengua (en reemplazo del difunto
Hanssen), manifestó públicamente su extrañeza ante el uso que se daba a los
diccionarios en Chile, y en general en el mundo hispanohablante:
Es un hecho curioso que
en Alemania nunca había visto que un hombre culto, a no ser que fuera un
filólogo germanista, consultara un diccionario de la lengua alemana. Existen
varios, aun muy grandes, pero no son obras populares. Me chocó, por
consiguiente, cuando al llegar a Chile veía que en la oficina del Instituto
pedagógico había un Diccionario de la lengua castellana, naturalmente de la
Real academia, que era consultado con frecuencia por los empleados y los
profesores chilenos. ¿Qué buscaban ahí? A veces no era más que la correcta
ortografía; pero otras veces se trataba de discusiones sobre la cuestión de si
tal palabra era buena, castiza, o si era un «vicio de lenguaje», porque no
aparecía en el Diccionario oficial. La única razón plausible para consultar un
diccionario de la lengua patria, según mi opinión, sería que en la lectura de
algún libro, sea novela u obra científica de cualquier especie, se encontrase
una palabra cuyo significado no se comprenda bien. (Problemas del
diccionario castellano en América, 1926, pág. 9)
Lenz, además de redactar su Diccionario etimológico de las voces chilenas derivadas de
lenguasindígenas, también impulsó la idea de emprender el
capítulo chileno de un proyecto de Diccionario del habla popular que
se desarrollaba entonces (por la década de 1920) bajo la dirección del
Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires. La idea de Lenz (el Diccionario
del habla popular chilena), lamentablemente, nunca llegó a concretarse.
El filólogo alemán, en cualquier caso, fue
un pájaro raro en el medio chileno de la época. Durante la primera mitad del
siglo XX, seguirían proliferando los diccionarios diferenciales y de
orientación normativa, y la Academia Chilena, de forma institucional o,
preferentemente, a través de sus individuos, seguiría concentrada en colaborar
con el diccionario que se redactaba desde Madrid. El muchas veces editado Diccionario
de la lengua castellana de Rodolfo Oroz, publicado por primera vez en
la década de 1940, podría considerarse el primer diccionario integral hecho en
Chile, pero en realidad es una especie de copia mecánica del diccionario de la
RAE con la adición de muchos chilenismos y americanismos. No subyace a esta
obra una reflexión teórica ni una metodología que permita asemejarlo a
diccionarios integrales como los que se desarrollarían mucho más tarde en otros
países.
Tan solo en 1978 la Academia Chilena
publicó su primer diccionario institucional, el Diccionario del habla chilena. Alfredo Matus
incluye esta obra en el periodo de transición de la
lexicografía chilena, pues tiene varias diferencias importantes respecto de los
diccionarios anteriores: el foco se desplaza desde la prescripción a la
descripción; la autoría es colectiva y no individual; el equipo de trabajo es
integrado, en parte, por profesionales del estudio científico del lenguaje.
Nuevamente, sin embargo, nos encontramos con un diccionario que tiene como
principal objetivo recoger léxico chileno que no se encuentra registrado en el
diccionario de la RAE.
Desde fines de la década de 1990, la
Academia Chilena emprendió un nuevo proyecto lexicográfico, el Diccionario de uso del español de Chile (DUECh),
cuya versión final se publicaría el 2010, con ocasión de la celebración del
Bicentenario, y en el cual tuve la oportunidad de trabajar coordinando el
equipo de lexicógrafos. Este diccionario puede ser incluido dentro de la etapa científica de
la lexicografía chilena, según la periodización de Alfredo Matus. Es el primer
diccionario de la Academia Chilena de la Lengua que, además de adoptar una
postura descriptiva y de tener autoría colectiva, parte de una teoría y
metodología lexicográficas renovadas y acordes con los desarrollos que la
disciplina había experimentado durante las últimas tres décadas del siglo XX.
Cabe destacar, sin embargo, que en Chile el Diccionario ejemplificado de chilenismos, de
Félix Morales Pettorino y su equipo (cuyos primeros tomos son de la década de
1980), tiene el mérito de haber sido el primer ejemplo de esta nueva manera de
hacer diccionarios, el primer diccionario científico del español de Chile.
No obstante, tanto el DUECh de
la Academia Chilena de la Lengua como el diccionario de Morales Pettorino
continúan la tendencia diferencial que ha caracterizado a la lexicografía
chilena desde sus inicios en el siglo XIX. Morales Pettorino sigue usando como
parámetro de contrastividad el diccionario de la Real Academia Española; el DUECh añade
a este el Diccionario del español actual de Manuel Seco,
Olimpia Andrés y Gabino Ramos, junto con los corpus académicos CREA y CORDE, y
buscadores informáticos como Google. Sigue subyacente la suposición de que lo
interesante del español de Chile es lo que lo diferencia respecto del léxico
general “panhispánico”. En el caso del DUECh, si se ponen lado a
lado el título (Diccionario de uso del español de Chile) y la naturaleza
exclusivamente diferencial del léxico incluido, podría desencadenarse una
desafortunada implicatura: que el léxico del español de Chile se reduce a lo
que tiene de distinto respecto del léxico general.
En el próximo posteo,
argumentaré que esto, según mi parecer (en el que sigo a otros, claro), no le
hace justicia a lo que exige una lexicografía moderna. Veremos, entonces, por
qué es necesario superar la perspectiva diferencial predominante en la
lexicografía chilena, y qué podría hacerse en el futuro en el seno de la
Academia.
[Continuará...]